La sucia – Leyendas de Honduras

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Cuentan que hace años vivieron dos seres que se amaban con locura, vivían en aldeas separadas por un río cristalino y de aguas cantarinas.

Él se llamaba José y ella Mariana, se habían jurado amor eterno y fijaron una fecha para su boda. Pero cuando dos personas buscan la felicidad no faltan los chismes y a ella llegaban a contarle cosas: “Fíjate Mariana que ese tu futuro marido es un tunante, dicen que en la aldea de él no hay mujer que se le escape, tiene una labia ese condenado que se conquista hasta la mujer más arisca”.

“Huy Marianita, ese José sí que no respeta, sabe que somos amigas y vieras las cosas que me dijo”. La pobre campesina tenía que soportar los celos que sentía pero que disimulaba muy bien, pero a veces explotaba cuando su novio llegaba a verla: “Vea José, no quiero saber nunca más que usted anda enamorando a mis amigas y a todas las mujeres que se le ponen enfrente, ya me han contado todas las picardías que usted hace, si sigue así mejor no nos casamos, no quiero que mi marido me deje abandonada recién casada por irse detrás de otra mujer como le ha sucedido a muchas amigas mías”.

José sabía que todo lo que contaban a su novia era falso, pero le gustaban los celos de su futura esposa: “Pero Marianita, si no paso de decirles adiós, yo no enamoro a nadie, lo que sucede es que le agarraron el lado flaco y lo hacen por molestarla, no les haga caso, de todos modos tenga la plena seguridad de que no la engaño con nadie porque la quiero ¿sino para que querría que fuera mi esposa?”.

José era cariñoso y con sus palabras lograba calmar aquellos celos de Mariana, le llevaba regalos, cortaba flores del campo las que envolvía en hojas de plátano y se las regalaba, le llevaba serenatas con sus amigos y le demostraba su amor verdadero. Se acercaba la fecha de la boda y se hacían los preparativos en la casa de la novia. Había un enorme entusiasmo entre los familiares de Mariana porque era la primera hija que se le casaba a don Horacio –que así de llamaba el papá- el sacerdote ya estaba avisado y se había fijado el día y la hora para el enlace matrimonial.

En la casa del novio todo era alegría y entusiasmo, sus papás, sus hermanos y demás familiares viajarían primero a la aldea donde vivía la novia y el último en llegar en su hermoso caballo blanco, sería José. El día de la boda estaba nublado pero la gente decía que posiblemente solo llovería en la montaña, de manera que nadie se atrasó para que se llevara a cabo con alegría y felicidad, se había fijado la hora exacta del enlace matrimonial, la cinco de la tarde. A las cuatro y media la iglesia estaba llena de invitados y curiosos, la novia con su lindo vestido blanco y su velo, esperando impaciente que le llegaran a avisar que el novio la esperaba en el altar mayor.

Se dibujaron destellos sobre la montaña y el rugido de los truenos se dejó escuchar, desde la aldea se podía ver claramente que caía una tormenta a los lejos. Estaba José elegantemente vestido y en su hermoso caballo emprendió el camino a la aldea vecina donde le esperaba la mujer de sus sueños.

Fue así que comenzó a cruzar el río, pero en ese instante las aguas crecieron repentinamente arrastrando al jinete y su caballo, en la otra orilla del río había una comitiva esperándolo y fueron testigos de lo que acababa de ocurrir, vieron cuando José desapareció en medio de la turbulentas y furiosas aguas.

La noticia llegó a la iglesia y todos salieron a buscar al novio, los hombres se ofrecieron para el rescate, pero era demasiado tarde. Cuando a Mariana le fueron a comunicar lo sucedido, esta enloqueció y corrió a buscar a su novio, se fue por toda la orilla del río gritando el nombre de su malogrado esposo, desde ese momento no la volvieron a ver a pesar de haberla buscado durante días y noches por la orilla del río.

Tiempo después la gente miraba el fantasma de Marina lavando ropa sobre las piedras del río, cuando alguien se acercaba lanzaba unas horribles carcajadas que hacían huir precipitadamente a quienes tenían la desgracia de encontrarla en el río. Pero en diferentes partes del país los hombres tunantes comenzaron a tener las experiencias más terribles, el fantasma de Marina se les aparecía completamente sucia, llena de arena y lodo, de ahí que se le conoció como la Sucia.

Cuentan que uno de los primeros en encontrase con ella fue un hombre llamado Enrique García quien tenía fama de ser un tunante de primera, su novia llamada Elena estaba a punto de dejarlo y una tarde se pelearon, de manera que Enrique se fue a un expendio de aguardiente a tomarse unos tragos, de pronto vio que su novia pasó por ahí y la siguió: “Espérenme muchachos, ya regreso”.

Elena caminaba presurosa y Enrique detrás de ella la llamaba “Elenita de vida, no siga enojada conmigo… si la quiero, deténgase Elenita que ahí va para el río… espéreme Elenita no camine tan rápido”, pero la supuesta Elena siguió caminando hacia el rio mientras la luna aparecía detrás de unas nubes. Enrique estaba ansioso por hablar con su novia: “Elenita, no sea así voltee a verme ¿qué le pasa?”, cuando la mujer se dio vuelta el hombre descubrió que no era su novia sino que una mujer vieja y horrible que sacando uno de sus pechos le gritó: “JAJAJA, TOMA TU TETA QUE SOY TU NANA”. Con sus pelos parados y su rostro desfigurado por el terror, Enrique llegó al pueblo con los ojos desorbitados y cayó desmayado.

De ahí en adelante en muchos lugares de Honduras a los tunantes le sale la Sucia, también a los caminantes les aparece en quebradas y ríos y muchas personas que han ido a pescar de noche en los ríos, aseguran haber escuchado los gritos de una mujer que grita: “Mi novio… ¿DÓNDE ESTA MI NOVIO?”. Muchos ancianos de pueblos y aldeas se han asegurado que la Sucia no es un invento, que es algo real.

Don Demetrio vecino de Olanchito me asegura que a él le salió la Sucia cuando era un adolescente, tenía una novia llamada Maura a la que era difícil ver porque los padres de la muchacha la mantenían encerrada y rara veces la dejaban salir, momentos que él aprovechaba para enamorar y decirle lo mucho que la amaba: Vea don Jorge, no le estoy mintiendo, pero una noche que estaba con unos amigos, me sorprendí cuando la vi salir, de inmediato la seguí y le hablé, pero ella no me hizo caso, pero llevaba el mismo vestido con el que la había visto horas de la tarde, su pelo negro y largo le brillaba en la noche, al fin la alcancé y agarrándola de un brazo le pregunte que para donde iba.

Casi me muero del susto cuando la mujer se dio vuelta, le vi dos enormes colmillos, la cara envejecida y arrugada y sus ojos… Dios mío… sus ojos, eran como dos pequeñas calaveras, echando una baba pestilente me gritó ”Vos no sos mi novio jejejeje… mi novio viene en su caballo para casarse conmigo…  tomá tu teta…  tomá tu teta jejejeje”, tres meses estuve en cama, delirando, con fuerte calentura, me visitaron sacerdotes y brujos, hasta que las presiones de mi madre logré curarme, yo vi a la Sucia don Jorge, se lo aseguro por esta.

Historias como la de don Demetrio se escuchan por todas partes, pero como ya se les ha dicho, no solo hombres tunantes han visto el fantasma de la Sucia, sino también las personas que pasan por los ríos a medianoche.

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5 comentarios en “La sucia – Leyendas de Honduras

  1. Anonymous

    la histori@ de l@ suci@ ta muy bueenaah me encantoh!!! yo conozco l@ historia de la llorona del puente san carlos CORDOBA…

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  2. Anonymous

    Que es terrible,lo que le paso a esa muchacha por lo de su prometido y que ella hace esas cosas porque su alma anda rondando por los pueblo donde ay rios y quebradas porque ella sabe que hasta que encuentre las paz dejara de asustar a los demas y hasi desjascansara su alma en pena .

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  3. Anonymous

    nada solo ke me asuste cuando lei la leyenda de la sucia oy si creo ke existe la sucia jamas vuelvoa ir a al rio x ke si no me va a salir la sucia ii me va a dar un infartio y no kiero morir a esta edad kiero seguir viviendo me gusta mi vida

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