
Nació el 12 de mayo de1902 en Juticalpa, Olancho, Honduras. Desde muy joven abandonó la familia que buscaba confiscarla para el matrimonio tradicional. Intentó refugiarse en una Tegucigalpa que no le perdonó su bohemia, su pasión por los cafés, su gusto por la compañía masculina. Incomprendida por una sociedad somnolienta, se dedicó a escribir, obedeciendo a una fuerza interna sobre temas urgentes y universales. Su espíritu revolucionario, iconoclasta la llevó a declararse feminista muy tempranamente.
Su franqueza chocó con la moral victoriana y doble de su tiempo. Su propio estilo de vida puso en cuestión la gazmoñería, la sexualidad reprimida, muda e hipócrita de entonces -y de hoy-. Vestía pantalones cortos y traje de baño; celebraba su cuerpo no sólo en su vida sino también en su poesía. Y aunque ella fue la primera mujer que publicó un libro en Honduras, la gente se interesaba más por sus amantes que por su poesía.
Trayectoria
Participó con pasión y transparencia en todos los acontecimientos importantes de su época. Para ella no existían los disfraces, rechazó los códigos de lo grosero y de la intolerancia. Con sus actos y su poesía transgredió las convenientes costumbres puritanas. Rompió con los discursos clandestinos, circunscritos, disfrazados. Quebró las prohibiciones, la represión. Sin prudencia alguna acometió la tarea de ser desbordadamente auténtica.
En las tertulias del Café de París y El Jardín de Italia fue la única mujer que departió con los intelectuales de aquellos años, Alejandro Castro, Alfonso Guillén Zelaya –director de El Cronista-, Antonio Rosa (padre de sus hijas), Guillermo Bustillo Reina (su primer esposo), Arturo Martínez Galindo, Claudio Barrera, entre otros. Se identificó con aquellos que reverenciaron su talla intelectual y asumieron su feminidad.
En su obra ha dejado bien claro que las mujeres deben abordar la relación entre poder, saber y sexualidad, a pesar de las consecuencias o aunque el precio a pagar sea bastante caro.
Transgresora de leyes, de prohibiciones, irrumpió con sus actos y con la palabra, en el placer: las delicias de la palabra y los gozos del cuerpo. Renunció al conformismo de las mujeres subordinadas por el poder, el patriarcado y los fundamentalismos tan extendidos entonces. Dotó a la literatura hondureña de su primera ars erótica. Nos legó una poesía extraída del placer mismo, con una intensidad y calidad que la han vuelto imperecedera.
Viajó por el mundo como vivió, de acuerdo con sus propias normas. Centroamérica, México, Nueva York, sus destinos para conquistar la libertad. En esas ciudades leyó su poesía y trabajó –fue la mil usos- como obrera, experiencias que la reafirman en su personal visión de los caminos para la edificación de una sociedad igualitaria. En México vivió durante los mejores años de la revolución y su apreciación de las luchas populares se enriqueció. El conocimiento de la región consolidó su decisión de estar del lado de la justicia y los desposeídos.
Muerte
Fue asesinada en 1991 por delincuentes comunes; tenía 89 años.
Publicaciones
Todo en su vida denota una insondable repugnancia por los extremos en que se debatía la sociedad hondureña, particularmente la mujer. Para dejar constancia de ello escribió versos de profundo aliento social y fundó en 1933 la Revista Mujer, que ella misma vendía por las calles desoladas de una Tegucigalpa mojigata.
Con su voz, en permanente transformación, revela el placer de contar. Sus versos son el testimonio de su afán por sacar del fondo de sí misma la verdad, la conciencia de su género. Propuesta liberadora, confesional, sin autocensura. Discurso literario con el cual arriba a la realidad.
Publicó también los libros “Corazón sangrante”, “Iniciales”, “De mis sábados el último”, “Templos de fuego”, “Creciendo con la hierba”, “Canto a la encontrada patria y a su héroe”, “El Poeta y sus señales” y “Con mis versos saludo a las generaciones futuras” en Cuba, México, El Salvador y Honduras.

Lamentos en el espacio
Afuera ruge el viento. Tu cabeza está
en mis piernas.
la noche se entretiene en ronda de fantasmas.
Aguas desbarrancadas cortan narcisos y nieblas,
para adornar la tumba de tanto pájaro muerto.
Tú peinas y despeinas mi cabello
mientras el mar arrastra sangre y lodo.
La sombra parece que esculpiera cadáveres.
¿Quién llora y se desespera en el aire?
Amor. Tú estás dormido,
-sin darte prisa por salir de la noche-
mientras yo atajo lamentos
de madres y de niños.
Combate
Yo soy un poeta,
un ejército de poetas.
Y hoy quiero escribir un poema,
un poema silbatos
un poema fusiles.
Para pegarlos en las puertas,
en las celdas de las prisiones
en los muros de las escuelas.
Hoy quiero construir y destruir,
levantar en andamios la esperanza.
Despertar al niño,
arcángel de las espadas,
ser relámpago, trueno,
con estatura de héroe
para talar, arrasar,
las podridas raíces de mi pueblo.
Poema en gris
Igual que un pájaro en su jaula
que no tiene un cielo azul
donde extender sus alas
—así me echo de menos—
sin los cielos untados de tu presencia
donde mi dicha pastoreaba nubes
tarde a tarde.
Una obrera muerta
Yo no bajaré a la tumba convertida en harapo,
ni un solo diente de mi boca se ha caído.
Las carnes en mi cuerpo tienen su forma intacta
y ágil en su tallo se yergue la cabeza.
Yo iré a la muerte pero con el labio fresco,
con voz firme y clara responderé a la llamada.
Yo sé que están contando los minutos de la vida
y que jamás el destino su sentencia retrasa.
Sobresalto no tengo por entrar a la sombra,
nadie quiero que venga por mi muerte a llorar,
la espuma de mi sangre como aceite se acaba
y para ese instante a todos solo pido silencio.
No quiero que ya muerta peinen mi cabello
ni que las manos juntas pongan en mi pecho,
quiero que me dejen así como me quede
y así en la tierra abierta me vayan a dejar.
No quiero que me vistan, ni que me ultrajen muerta,
estando conmigo los que nunca estuvieron.
Compañeros sinceros, los que siempre tuve,
solo esos que se encarguen de irme a enterrar.
Tampoco quiero seña, ni que una cruz me pongan,
no quiero para mí nada que los pobres no tengan.
Pues aún después de muerta, mi puño estará cerrado
y en el viento mi nombre será como bandera.
Estrella, árbol y pájaro
En la estancia de la noche
sola yo, soy una estrella.
Sola yo, soy una estrella
en un ángulo de la luna.
Noche que desgaja lunas
para mí, que soy árbol solo.
Árbol solo, gris y estático
que no va dejando sombra.
En un ángulo del mundo
canto yo, pájaro solo.
Canto yo, pájaro solo.
¡Ah qué antigua es mi canción!n la estancia de la noche