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Carmen Soler – Poeta paraguaya

Carmen Gladys Soler (Mamacha) nació en Asunción, Paraguay, el 4 de agosto de 1924. Hija de familia acomodada y culta, inició el ciclo primario en Asunción, continuándolo en Buenos Aires. De regreso a su país, finaliza sus estudios secundarios en el Colegio Internacional de Asunción.

A los 18 años (1943), contrae matrimonio con Marco Aurelio Aponte (Quiná), y ambos se trasladan al Chaco paraguayo donde ella se desempeña como maestra rural bilingüe. Allí se encuentra frente a la explotación, marginación y sumisión de los indígenas, la pobreza del campesinado y la particular opresión de las mujeres.

Incorporada al Partido Revolucionario Febrerista, donde ya militaba su hermano, participa activamente en las luchas contra el dictador Morínigo.

En 1947, tras seis meses de guerra civil, es derrotado el movimiento opositor. Carmen y su familia deben refugiarse en la Argentina, al igual que miles de compatriotas.

En la soledad de la Patagonia, Mamacha comienza a escribir y sus versos se publican inicialmente en revistas argentinas y alemanas; colabora con artículos periodísticos y brinda conferencias sobre literatura paraguaya y la situación política en el país.

Regresa al Paraguay en 1954, pero su poesía es considerada subversiva por la dictadura de Stroessner y sufre su primer arresto en 1955. Al recuperar su libertad se afilia al Partido Comunista Paraguayo. Desde entonces se suceden: el destierro, su reiterado regreso clandestino, la cárcel, la tortura y finalmente un prolongado exilio.

En la Argentina, y ya divorciada de Aponte, contrae matrimonio con un camarada de luchas, Carlos Luis Casabianca. Viven en Uruguay, Argentina, Chile y Suecia, sin que ella abandonara su actividad política y literaria.

En sus poemas están sus definiciones estéticas, su compromiso, la nostalgia por su patria, su denuncia social. Los fechados en 1955, 1960 y 1968 contienen su testimonio desde la cárcel.

Además de la literatura, su sensibilidad artística se expresó también en la pintura y habilidades manuales con madera y otros materiales.

Parte de la obra literaria de Carmen Soler permanece aún dispersa en periódicos y revistas, aunque su poesía se halla, fundamentalmente, reunida en varios libros: Poemas. (Ed. Aquí poesía, Montevideo, 1970); En la Tempestad. (Ed. Cartago, Buenos Aires, 1986); La alondra herida (Ed Arandurá, Asunción, 1995) y Poesías reunidas (Ed. Servilibro, Asunción 2011).

Carmen Soler representa, por primera vez en la literatura paraguaya, la irrupción de la mujer como poeta de combate y es su mejor expresión. Su fallecimiento se produjo en el exilio, en Buenos Aires, el 19 de noviembre de 1985, sin alcanzar a ver el fin de la dictadura de Stroessner.

Póstumamente, con el retorno de la democracia a su país, esta importante escritora ha sido reconocida y homenajeada reiteradamente, reeditándose sus principales obras y colocando su obra y su nombre en el lugar que por su obra artística y heroica le corresponde.

Fuente: https://omegalfa.es/


Espejismo
 
Te pensé y exististe
 
Y como quise fuiste perfecto,
amplio, pleno.
 
Y lo supiste y aceptaste brillar
-como la luna- con luz ajena.
 
Y fuiste mi reflejo, y mi deseo fuiste y mi espejo.
 
Hasta que al fin un día
me olvidé de pensarte y desapareciste.
 
Eso es todo.
 
¡Espera!
 
¡ESPERA!
No me arrastres, tiempo. Déjame en un rincón olvidada.
 
No me hieras así, traspasándome deja que duerma tranquila
una noche, una vez siquiera sabiendo que no me estás robando a pedazos los sueños.
 
No prives al perfume
de la flor que lo sustenta.
Si le gastas al violín, tiempo, las cuerdas se romperán cuando la música
quiera vibrar en ellas.
 
Tarde supe que podía como una flor abrirme hacia la vida y aún no he florecido
 
Tiempo -por favor- espera!
 
Más palabras mías
 
Perdonadme,
amigos literatos,
mis queridos amigos
académicos, perdonadme.
No seguí la «carrera» de poeta.
Crecí nomas con esta
vocación de recoger calandrias,
pero nunca supe
amaestrarlas.
Son incultas,
no hacen reverencias.
Son salvajes,
no pulen sus violines.
Son sencillas,
no se adornan con plumas alquiladas.
 
Por eso, perdonadlas,
su canto ineducado
es vivo e imperfecto.
¿Qué voy a hacer?
Si recojo palabras de agonía
no me fijo si suenan musicales,
y si encuentro esperanzas,
las reparto,
por más que no posean
las medidas exactas.
Entonces,
¡dejadme así!
Dejadme allí, en las calles,
con ellos, los sencillos.
Que Juan, María y Pedro
repitan mis canciones,
las lleven al mercado,
las metan en las fábricas,
las manden al obraje.
Dejad que las repitan
ahora y mientras tanto
les sean necesarias.
Después, mañana, pronto,
las habrán olvidado.
Y está bien así.
 
Por eso, perdonadme.
Perdonadme
que en medio del combate,
que en medio de las cárceles,
que en medio de las bestias que torturan,
que en medio de la noche y su acechanza,
que en medio de las víctimas y el miedo,
que en medio de la mugre y la vergüenza,
que en medio de la pólvora y el fuego,
que en medio del hambre y los lamentos,
y en medio de este mundo dislocado,
a veces pierda el ritmo y no cuente
con los dedos
cada verso!
No tiene eso remedio.
¡No sé medir la sangre!
¡No sé contar las lágrimas!
¡No sé rimar el llanto!
 
Noche larga
 
Mi ciudad es de arena y viento espeso
con pedazos de luna en las esquinas,
medallones de sombra en los jardines
y un aire de terror sobre los techos.
 
Nadie acudirá por más que grites.
Nadie responderá por más que llames.
Ha levantado muros de silencio
que ahogan las palabras en el aire.
 
Mi ciudad es de calles infinitas
y de ella no saldrás por más que andes.
El temible Taú-Taú de fuego fatuo
te hará perder el rumbo si es que partes;
te transformará en fantasma inquieto,
te hará vagar por patios y zaguanes,
te enredará en las cuerdas de arpas indias
y en un idioma dulce de pañales.
 
Mi ciudad te habrá envuelto en sus encajes
como el hilo y la espuma de una araña.
y querrás reaccionar y será tarde.
Serás un preso más entre sus presos
o la sombra azul que viborea
en el río profundo que la abraza.
Pero como es de arena y viento espeso
habrá volado entera en el mañana.

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